Espectacular descenso de la Tossa

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tossa

Albert Comas

La Tossa es una célebre montaña situada en la comarca de la Cerdanya en pleno Pirineo gerundense. La inmensa mayoría de los catalanes la conocen, como mínimo de oídas, por las estaciones de esquí que se extienden en sus laderas. Es una montaña que a mí y a mi familia no nos resulta desconocida ya que somos asiduos visitantes de la Cerdanya, donde tenemos familiares que residen allí y a los que visitamos todos los años un par de veces como mínimo. Sus más de 2.500 metros de altitud, con un desnivel de más de 700 metros, forman parte de las estaciones de esquí de La Molina y Masella, donde solemos esquiar todos los inviernos.

En la estación de La Molina organizan todos los veranos una serie de actividades estivales destinadas al disfrute de toda la familia entre las que destacan su club social con piscina, pistas de tenis y gimnasio; los paseos en barca por su lago artificial, rutas a caballo, tiro con arco, parque de tirolinas, tubbing y castillos hinchables entre otros.

Entre esas actividades, están incluidas diversas rutas de mountain bike que transcurren descendiendo las laderas de la Tossa y a las que se puede acceder subiendo en el telecabina de la estación. Son rutas para bikers experimentados, no en vano todos los veranos algunos tienen que pasar por el hospital para tratarse las lesiones sufridas  por las caídas, pero que pensé que podrían estar muy bien para realizar una excursión en familia.

Como mis hijos no son muy dados a las excursiones, consideré que si podíamos subir en el telecabina, la bajada les resultaría más sencilla, atractiva y menos agotadora. Así que un buen día del verano pasado preparé con mi mujer unos bocadillos, abundante bebida, protección solar y gorras para todos y les dijimos a los niños: “chicos, hoy toca excursión, nos vamos a recorrer la Tossa de arriba abajo» (nunca mejor dicho).

Empieza la aventura

En un principio no pareció entusiasmarles la idea de una agotadora jornada, pero cuando les explique que el plan era subir en el telecabina y bajar andando por la montaña, la idea empezó a gustarles y sus caras cambiaron y comenzaron a iluminarse “Habría aventura y no sería muy cansada”. Lo que ellos no sabían es que el descenso resulta probablemente más agotador que la propia subida sobre todo cuando se trata de desniveles tan pronunciados y a esa altitud.

Después de desayunar, cargamos nuestras mochilitas en el coche y nos dirigimos al aparcamiento de La Molina, donde están situadas las oficinas centrales de la estación. Una vez allí pregunté por la posibilidad de realizar la bajada de la Tossa a pie y el precio de la subida en el telecabina. Me dijeron que se podía hacer perfectamente y que la duración del descenso con niños sería de aproximadamente 2,5 horas, pero que teníamos que tener mucho cuidado por la afluencia de bikers y evitar situarnos en sus rutas.

tossa telecabina

Tras abonar los correspondientes 7€ por niño y 11,5€ por adulto de la subida, nos dirigimos al telecabina y comenzamos la ascensión. Las vistas que se nos iban descubriendo eran espectaculares y, aunque ya todos las conocíamos del invierno, no dejaron de sorprendernos. Según vas subiendo, a mano derecha se te abre una magnífica panorámica del valle de la Cerdanya con las montañas que marcan el límite con Francia y Andorra al fondo. A nuestra espalda el imponente Puigmal de más 2.900 metros de altitud y la izquierda las laderas de Puigllançada y el Torrente de Coll de Pal. Por debajo nuestro veíamos todas las pistas por las que nos solíamos deslizar en invierno.

Mientras subíamos me dediqué a revisar el mapa de rutas que me habían facilitado en las oficinas. Había varias señalizadas en azul, rojo y verde de la misma manera que en las pistas de esquí por su dificultad. Las más sencillas transcurrían por senderos que desconocía ya que no eran pistas de esquí, así que me decidí por una roja que conocía bien. No quería correr riesgos y perderme.

Cuando llegamos arriba, tras 15 minutos de ascensión, como el día era espectacularmente soleado, nos calamos las gorras, nos embadurnamos de crema y comenzamos la bajada. La primera parte era sencilla, transcurría por prados que en invierno son pistas de esquí y los niños iban jugando entre ellos a perseguirse, todo muy placentero. Yo empezaba a preocuparme por lo que nos esperaba cuando nos adentráramos en el bosque y los desniveles fueran más fuertes.

Parte complicada

Al finalizar los prados, nos sentamos bajo la sombra de un árbol y nos comimos los bocatas. Entonces advertí a todos que a partir de ese momento comenzaba lo más compliocado. El sendero entre árboles era muy estrecho y como no bajaban bikers, decidimos continuar por él. Al poco tiempo encontramos un par de curvas muy cerradas que estaban peraltadas con estructuras de madera para facilitar el descenso en bici. En ese momento fui consciente de que teníamos que salirnos del sendero porque eso empezaba a ser peligroso. Les dije a los niños que se salieran y fueran por el borde, algo que les resultaba bastante complicado por los resbalones.

tossa mountain bikeEl primer ciclista apareció de repente y casi ni nos dimos cuenta de su llegada. Fue un visto y no visto a toda velocidad y se manejaba con una destreza increíble. Tomó ambas curvas a toda pastilla como si nada y desapareció de nuestra vista ¡Menos mal que nos habíamos salido de su ruta! Los niños nos dijeron que quería bajar por la ruta de los ciclistas ya que por fuera era muy difícil, así que decidimos que mi mujer se quedaría retrasada para avisarnos cuando se acercar uno de los ciclistas mientras nosotros íbamos por delante. Al poco rato oímos un grito de mujer ¡¡¡Bicicleta!!! y rápidamente nos salimos todos del sendero. Esperamos un poco y apareció otro biker a toda pastilla. El ruido de la bici pasando por encima de las piedras, el silbido del viento y tensión que se le adivinaba eran impresionantes. Como el anterior desapareció de nuestra vista en pocos segundos. El resto de la bajada por el bosque fue un sin parar de avisos de mi mujer y nosotros no dejábamos de sorprendernos por la velocidad con la que nos pasaba cada uno de los ciclistas.

Al final del bosque, vimos dos estructuras de madera (una mayor que la otra) que servían de trampolines para los intrépidos ciclistas. El primero que vimos pasar por allí tomó el trampolín pequeño y pegó un salto que nos dejó helados. No sé cuantos metros saltó pero era definitivamente impresionante. Cuando pasó el segundo ciclista y saltó por el trampolín grande, no sé si llegó a saltar 20, 30 o los metros que fueran, pero pensé que irremediablemente se mataba. El caso es que aterrizó como si tal cosa y continuó su camino.

tossa tubbing

Tras ver algunos saltos más, continuamos nuestra ruta por un camino de bajada muy suavecito que bordeaba el lago de los paseos en barca hasta que al final llegamos a la base del telecabina. Entonces empezamos a ser conscientes del cansancio de nuestras piernas acumulado por el esfuerzo que requiere aguantar nuestro peso frente a los desniveles que acabábamos de bajar.

A pesar del cansancio, los niños nos pidieron hacer unas bajadas por el tubbing, que son unas pequeñas pistas deslizantes que se bajan montados en grandes neumáticos y les resultan muy divertidas. Esa tarde todos dormimos una profunda siesta.