Madrid, pueblo a pueblo, con niños (XVIII): Robledo de Chavela

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Robledo de Chavela NASA

Entre pinares, robledales, encinares, fresnedas, dehesas…, en la Sierra Oeste de Madrid, y a mitad de camino de la Sierra de Guadarrama y de la Sierra de Gredos, se encuentra este bello pueblo que perteneció a Segovia hasta 1833 y que lo tiene todo para compaginar ocio, descanso y disfrute total de un entorno natural muy valorado. Ermitas, casonas solariegas, rutas de senderismo, espacios de recreo, maravilloso miradores (nada menos que nueve)… y, por si fuera poco, una estación de seguimiento espacial de la NASA, que se puede visitar los fines de semana. Está a 63 kilómetros de la capital y es un imprescindible de la Comunidad para acudir en familia.

Su interesante camino hacia el crecimiento

Hay que remontarse a la época del Imperio Romano para ver las primeras huellas históricas del lugar, concretamente a la calzada romana de la que hoy queda algún vestigio en las afueras del municipio, camino a Zarzalejo. Fueron estos ‘primeros’ habitantes quienes bautizaron el lugar como Roburetum (debido a la gran cantidad de robles). No está claro de dónde procede su nombre actual. Hay varias opiniones y leyendas, pero las dos más comunes son la que lo atribuyen al nombre de Isabela, en honor a la reina Isabel la Católica y la que señala que hace referencia a ‘ocho en vela’, en alusión a los ocho vigilantes de una fortaleza que terminó convirtiéndose en la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora y que cuenta con ocho torreones.

La zona estuvo prácticamente despoblada hasta el final de la Reconquista, cuando solo se veían en ella pastores. Los reyes cristianos, en parte para enriquecerla en ese sentido, la repoblaron y fue a partir de entonces cuando se inició su crecimiento. En el siglo XV es uno de los municipios más reconocidos, gracias por un lado a su iglesia, las grandes casas con escudo, la reconstrucción de puentes y de un molino y sus plazas. En el siglo XVII ocurre algo curioso, Robledo de Chavela y las tierras anexas son vendidas por el Estado a la familia italiana Strata. A partir de ahí se edifican ermitas y otros edificios destacables; llega con estas construcciones el desarrollo urbano.

…y su riquísimo patrimonio histórico

Si salís del pueblo camino a Navas del Rey os encontraréis con catorce cruces de granito. Son las estaciones de un peculiar Vía Crucis del siglo XVIII. De la misma época es una de sus tres ermitas, la de Nuestra Señora de la Antigua, rehabilitada en 1971. La de San Antonio de Padua, en el Cerro del Robledillo, es muy popular y en ella se celebra cada junio una romería. También en la tercera, la de Navahonda, a la sombra del monte de la Almenara, es el punto final de otra romería, después de Semana Santa.

Pero el pueblo gira en torno a sus dos plazas principales, la Plaza de España y la de Piedita, y a la calle Traspalacio, en las que se inició el desarrollo urbano. Allí encontraréis casas blasonadas y otras de granito –de la arquitectura típica de la zona-, entre una y otra, el Ayuntamiento. Y en el punto más alto del pueblo la iglesia cuyo Retablo Mayor, muy valioso, cuenta con 32 tablas sobre la vida de la Virgen. Por otro lado, con la llegada del ferrocarril a finales del siglo XIX, el comercio -y no solo de productos agrícolas, sino también de jabones, aceite, conservas, vino…- se revalorizó. Con la instalación de la estación de tren el turismo creció y, con él, las colonias veraniegas.

Bellos miradores y rutas naturales

Hasta nada menos que nueve miradores rodean Robledo de Chavela: El Almojón, La Dehesa, Robledillo, La Cumbrecilla, San Antonio… Desde todos hay vistas espectaculares. Pero para disfrutar de su reconocidísimo paisaje y sus bosques –y también de los Arroyodes de la Puebla- del pueblo parten varias rutas de senderismo, como las de San Antonio o Monteagudillo. Suelen tener una duración de dos horas y son accesibles para caminantes de todas las edades. Los peques (y vosotros) descubriréis robledales, encinares y pinares de gran belleza y haréis algo que no está reñido con el descanso: ejercicio reconfortante. Su flora y fauna están protegidas en más del 85% de su superficie como patrimonio natural.

Viajar al espacio desde Robledo de Chavela

En 1964 se inauguró en la localidad la Estación Espacial de Robledo de Chavela desde la que se monitorizó parte de la misión del Apolo 11. Esta estación de seguimiento espacial de la NASA, similar a los de Canberra (Australia) y California, hoy se conoce como Madrid Deep Space Communications Complex y cuenta con un centro de visitantes (abierto los fines de semana) y bautizado como CEV (Centro de Entrenamiento y Visitantes), que se hizo accesible en 2002, gracias a la NASA y al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).

¿Qué podéis ver allí? Pues cosas muy interesantes: proyecciones sobre misiones de la NASA, una roca real de la Luna, trajes de astronauta (como el del español López Alegría)… En el recinto se encuentra también la antena con la que se detectó la llegada del hombre a la Luna y que se trasladó desde Fresnedillas de la Oliva, donde estaba en julio de 1969. En el centro se realizan visitas gratuitas durante los fines de semana. Información en el teléfono 91 867 73 21 y en la web mdscc.nasa.gov.

Una deliciosa parada culinaria

Restaurante Lavanda en Robledo de Cahvela

Como en toda la Sierra madrileña, en Robledo de Chavela se pueden degustar excelentes productos de proximidad. El Rincón de Traspalacio es una buena referencia (calle Traspalacio, 24). Pero si os queréis permitir un capricho de altura, acudid al Restaurante Lavanda (en el Hotel Los Cinco enebros, calle Almenara, 33). Está galardonado con dos soles de la Guía Repol y cuenta con una estupenda terraza. Pero lo mejor es la ‘puesta en escena’ en la mesa: carrillera, rabo de toro, tacos de merluza, arroz cremoso de erizos, lasaña de txangurro, cochinillo confitado y, además, otros platos más ‘sencillos’, pero con toque especial, como las croquetas o los huevos fritos. Y de postre, entre otros manjares, os recomendamos una copa de crema de coco. Es cocina mediterránea 100%. Solo queda animarse, y ánimo hay.