¿Merece la pena seguir ‘castigando’ a los niños con la mascarilla?

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mascarillas colegio

Desde que se inició la pandemia los gobiernos de todos los países (en España cada comunidad autónoma) han tomado medidas contra el Covid de todos los tipos y colores. En muchos casos unas no tenían que ver con otras –incluso eran totalmente contradictorias- con resultados bastante cuestionables. Parecíamos pollos sin cabeza, había que hacer algo aunque no tuviese ninguna base o justificación científica.

La única medida que de verdad frenó los contagios fue el ‘secuestro’ de todos los ciudadanos en su casa. Claro, sin interacción entre las personas y en unos momentos en los cuales no había ni mascarillas, podía justificarse una medida tan taxativa. Pero, como es lógico, era algo que no podía alargarse mucho en el tiempo por razones económicas o de salud física y mental. En el confinamiento que se realizó en nuestro país hubo restricciones que algunos entendimos exageradas y, a veces, hasta ridículas. Por ejemplo, permitir sacar a pasear a los perros, pero no a los niños o ancianos, y que, como se está demostrando ahora, está teniendo graves repercusiones en la salud.

Llega la variante omicron… y el pánico

Después vinieron las vacunas y parecía que íbamos a llegar a la normalidad. Sin embargo, se nos cruzó la variante omicron y casi da al traste con todo. Falsa alarma, era muy contagiosa pero más benigna y, al fin y al cabo, ya nos habíamos ‘acostumbrado’ a sumar muertos a las estadísticas cada día.

Por el camino ha pasado de todo. Países que se han cerrado al exterior como China, Nueva Zelanda o Taiwan y a los que no les ha ido mal. Otros que han tomado menos medidas restrictivas y donde los casos se han desbocado como Estados Unidos o Rusia, y el caso especial de España, el único estado de todo el mundo, en el que cada comunidad hacía lo que quería.

Ha habido confinamientos severos entre las diferentes regiones, toques de queda, cierre de colegios, de los restaurantes, de los comercios, etc., pero la variante omicron ha dejado en evidencia todas las acciones restrictivas empleadas.

Y esta variante sudafricana ha puesto a prueba toda nuestra paciencia. Curiosamente la región madrileña, la que menos cortapisas puso a la vida de los ciudadanos, ha sido una de la que mejores datos ha tenido.

Los peques se contagiaron de forma leve

En pleno auge de la omicron los peques empezaron a contagiarse a todo tren. Afortunadamente, en la inmensa mayoría de los casos de forma muy benigna. En los niños de enseñanza infantil, que no llevan mascarilla, hubo un contagio masivo. En la clase de mi hija pequeña se contagiaron diez niños y dos profesoras y, por supuesto, muchos padres. En el resto del colegio igual. Solución: confinamientos voluntarios en las casas de siete días y muchas pruebas de antígenos.

La realidad es que han pasado apenas 15 días y no hay ningún niño enfermo en el colegio. Y esto me hace pensar que una vez que ya ha pasado lo peor de esta sexta ola, que los mayores ya estamos bastante inmunizados –sea por la llevar la tercera dosis o haber pasado la enfermedad- somos muy conscientes y es factible que al mínimo síntoma utilizamos un test- ¿por qué debemos castigar a los niños de primaria a llevar mascarilla en el colegio cuando los más pequeños sin llevarla ya han alcanzado la normalidad?

La única respuesta para quitar estas medidas coercitivas es el miedo de los gobernantes a la crítica. Parece que casi todos siguen el axioma de que hay que hacer cualquier cosa y tener mucho cuidado con suspender algo de lo impuesto, tengamos constancia científica de que funciona o no.

Gobernantes, no seáis cobardes. Igual que fue una estupidez no dejar salir al principio de la pandemia, con cierto orden, a los niños y ancianos en los espacios exteriores, a cerrar los restaurantes y bares, los comercios, los lugares de ocio, y así propiciar botellones o reuniones privadas en las casas, mucho más peligrosas; lo es ahora poner mascarillas en los colegios a los niños.

No sabemos que tipo de consecuencias pueden traer este tipo de restricciones entre los críos. Lo que sí que tenemos claro es que la pandemia ha afectado psicológicamente de una forma brutal entre los adolescentes. El dato lo dice todo. Durante la pandemia se ha incrementado en un 50% los adolescentes hospitalizados por problemas mentales.