Una escapada a Logroño y a las Siete Villas riojanas

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Logroño

Hace poco estuve en La Rioja, mi segunda tierra; en Logroño, mi otra casa. Regresé de allí, como siempre, con añoranza. La capital riojana es una ciudad viva durante el día, cualquier día, y vivida, bulliciosa y divertida durante los fines de semana. Es alegre –como su gente- y tranquila a la vez. La Comunidad forma un mosaico único de tradiciones, bellos paisajes, excelente gastronomía y actividades para todos los públicos.

Claro, pensaréis que quien os lo cuenta es una ‘turista’ de fin de semana, pero no es así; a lo largo de mi vida me he ‘escapado’ a La Rioja unas cien veces, todas las que puedo. Os dejo algunas notas para que os animéis a realizar una escapada a Logroño y a sus Siete Villas.

Un paseo por la capital a orillas del Ebro

Respirar. Es el primer verbo que viene a mi mente nada más llegar a la capital riojana. Pues bien, es lo primero que hago. Pongo camino al Parque de la Ribera y recorro a pie y a la orilla del río Ebro el camino asfaltado que discurre junto a él y que recibe el nombre de Paseo de la Florida. Muchos aficionados al ciclismo pasan a mi lado por el carril bici y con el mismo destino. Al final, una extensión de césped con bancos, un estanque cruzado por un puentecito, una terraza…, una zona de relax. Hay niños jugando (los peques no tienen frío cuando se mueven y divierten). Regreso, por el mismo camino, hasta el Puente de Piedra (si se sigue el recorrido en el otro sentido, se cruzan prados, zonas arboladas y algunas terrazas) y pongo rumbo al casco viejo.

Tapeo para todos los públicos en Laurel

Aunque no hayáis visitado la ciudad, seguramente habéis oído hablar de la calle del Laurel, famosa por sus bares de tapas, que ocupan todos los bajos de los edificios. Peques y grandes tenéis que probar los ‘champis’ de El Soriano –el pequeño local está en la Travesía de Laurel-. Os encantarán, pero jamás os desvelarán el secreto de la salsa que rocía estos pinchos coronados con una gamba. Es uno de los bares más antiguos de la zona, como el Villa Rica, en el que hay que probar sus zapatillas. Tampoco os podéis perder las patatas bravas del Jubera.

Otras zonas de picoteo

Pero fuera de Laurel, el tapeo también existe. La calle San Juan es otro referente del buen picoteo. Allí está el Samaray, otro bar con historia y con una excelente barra repleta de pinchos; buenos rebozados de gambas y calamares y estupendas tapas con huevos de codorniz. Toques de modernidad tiene, en la misma calle, Vinissimo, excelente propuesta de originales tapas (riquísimas, como las que contienen foie).

En cuanto a restaurantes os recomiendo El Cachetero, en la calle Laurel, o el Tondeluna, ‘hermano’ pequeño del galardonado Echaurren, de Ezcaray (Muro de Francisco de la Mata, frente al  céntrico parque-paseo del Espolón). Pero tengo que confesar que, aunque no es ciudad costera, disfrute mucho de la carta de la Marisquería La Lonja (Avenida de Portugal, 39) y sus ricos mejillones a la plancha. A los peques les encanta.

Un parque entre muchos

Logroño cuenta con varias zonas de recreo para los chiquitines y de descanso y paseo para los mayores. Entre sus parques me quedo con el del Carmen, muy céntrico y arbolado. Cuenta con dos estanques con patos, agradables terrazas, una zona infantil, un kiosco llamado La Pajarera, que funciona como centro de lectura para peques y adultos (durante el verano y hasta octubre)… y algunos pavos reales.

Rumbo a las Viniegras y a las otras cinco villas

Escapada a Logroño, la capital riojana

Salir de la ciudad para realizar una excursión de fin de semana es una delicia, pero siempre se me hace corta. Hay mucho que ver: los monasterios de Suso y Yuso –Patrimonio de la Humanidad y cuna de la lengua castellana-, en San Millán de la Cogolla, Santo Domingo de la Calzada, Haro… Pero en este último viaje decidí visitar las dos Viniegras, la de Abajo y la de Arriba. Ambas forman parte de la prestigiosa lista de Los pueblos más bonitos de España.

Se encuentran entre las Siete Villas (Canales de la Sierra, Brieva, Mansilla, Villavelayo y Mansilla son las otras), en la comarca del Alto Najerilla, al sur de la Comunidad y son (todas) de increíble belleza, un paraíso para los amantes del senderismo, la naturaleza y el turismo rural.

Los pueblos más bonitos de La Rioja

pueblos más bonitos de La Rioja

A unos 70 kilómetros de Logroño se encuentran las Viniegras. A cerca de 1.200 metros de altura está la villa Viniegra de Arriba, desde la que se aprecia un espectacular paisaje de hayas y robles y el Pico Urbión. En este pequeño municipio de casas de piedra las calles son empinadas, pero merece la pena subir por ellas; los más pequeños disfrutarán con la visita a las antiguas escuelas. Allí verán el material escolar, pupitres, mapas, pizarras… de los colegiales de hace más de 50 años. Otras visitas obligadas son las de su iglesia de la Asunción y la de la ermita barroca de Santa Magdalena.

A la hora de comer os podéis trasladar a Viniegra de Abajo, con más población y mayor oferta gastronómica y de alojamiento. Las blasonadas casas indianas de piedra, bellísimas y muy cuidadas, bordean la carretera. La Fuente de los cuatro caños, restaurada hace poco, es otra curiosidad, en especial para los más pequeños. Cerca de la villa hay zonas recreativas y de merenderos –las visité en otra ocasión, en primavera-, como El Charco de las ranas, a orillas de río Urbión.

Para no faltar a la verdad, en esta ocasión no me dio tiempo a visitar los otros cinco bellísimos municipios. Pero, como los conozco, os recomiendo que –antes de que lleguen los fríos o cuando regrese el buen tiempo- acudáis a Brieva de Cameros y a su Museo del Pastoreo. Os enamorarán sus calles escalonadas y las sendas al lado del río.

Cualquiera de las Siete Villas, en la Sierra de la Demanda, tiene tanto encanto que querréis volver. En Canales, por ejemplo, podréis ver el teatro más antiguo de La Rioja (siglo XVIII). Pero la arquitectura y la naturaleza de cualquiera de las villas os enamorará.

Animaros y aprovechar un fin de semana para hacer una escapada a Logroño…¡Buen viaje!