Por qué los Youtubers son un peligro para los niños

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youtubers ídolos o canallas

La alarma saltó cuando mi hija de 10 años me pidió suscribirse a una web porque le regalaban chuches japonesas. Indagué y, por supuesto, había truco. Había que pagar unas decenas de euros y a cambio te mandaban golosinas picantes. Vaya, me pregunté, ¿cómo  se le podía ocurrir a una niña pequeña semejante idea?

La respuesta fue fácil. Una youtuber archifamosa, ahora se llaman vlogeros, estaba recomendando a su fiel audiencia, de más de un millón de críos,  las maravillas de comer chucherías niponas.

No tuve que escarbar mucho para averiguar que esas recomendaciones «desinteresadas» no eran otra cosa que pura publicidad encubierta. Lo que los expertos en marketing llaman  product placement, o lo que es lo mismo, esa publicidad subliminal de toda la vida que nos cuelan de forma velada cuando vemos en una película que un personaje se toma una pepsi o consume una determinada marca.

Se ha hecho siempre. Pero para que las grandes marcas paguen por estos patrocinios hay que ser muy influyente en las audiencias. Y los expertos en marketing han debido encontrar un filón en los youtubers estrella, y su poder ante unos seguidores tan impresionables, fieles y que pueden ver los contenidos que elijan. El gran problema es que no existe un control de los mismos y ni siquiera de sus mecanismos publicitarios.

¿Cuáles son sus estrellas?

Revisemos quien son las nuevas estrellas de los adolescentes. El número uno de los youtubers es un sueco cuyo nombre de guerra es PewDiePie, que con apenas 25 años tiene más de 37 millones

de seguidores y cerca de unas 9.000 millones de visualizaciones de sus vídeos al año. Se calcula que este chico, que hace unos años vendía perritos calientes, ahora es capaz de generar ingresos de 7 millones de dólares al año subiendo sus vídeos  a Internet.

Pero no es el único. Germán Garmendia, otro jovencito chileno, tiene más de 30 millones de fans que ven sus payasadas diariamente. En España el rey de los vlogeros es el famoso Rubius, de nombre real Rubén Doblas Gundersen, nacido en Mijas aunque de origen nórdico, quien a sus 26 años cuenta con 25 millones de suscriptores y le contratan para hacer anuncios de Fanta y hasta le entrevistan en la televisión. El año pasado obtuvo por su actividad 2,5 millones de euros. Pero los hay más modestos y especializados. Es el caso de Luna Dangelis, conocida en su casa por Cristina, apasionada por lo japonés, y que con su legión de 1,2 millones de admiradores promueve el Anime, Manga, y demás elementos frikis.

youtubers

¿Pero qué hacen estos sujetos para tener semejante éxito?

Lo primero de todo es el cambio que han realizado  los niños y adolescentes en sus preferencias para ver programas de entretenimiento. Sí, Internet ya ha ganado a la Televisión entre los más jóvenes. Hay que recordar que ellos  son nativos digitales, no analógicos reconvertidos a lo digital. Internet les permite ver desde cualquier dispositivo que tienen a su alcance (móvil, tablet, ordenador) los contenidos que ellos quieran y cuando quieran. Pero además lo pueden ver individualmente o compartirlo en la red con sus amigos. Pero como si de un vendedor de alfombras me tratara, !Hay más señores! Pueden interactuar, compartir e incluso montar con sus amigos su propio canal en YouTube y tener la posibilidad de alcanzar el éxito fácil y vacuo. Y todo por hacer un par de chorradas y subir unos unos vídeos gameplay.

Como propina para los jóvenes, es más difícil que esos seres entrometidos y pesados, también conocidos como padres, puedan fiscalizar lo que ven y lo que hacen.

¿Son un peligro los youtubers?

Una cosa está clara. Los youtubers tienen un gran poder de seducción y fidelidad entre sus seguidores,  y condicionan las mentes de unos niños en periodo de formación. Desgraciadamente, estos mentores no tienen  formación de ninguna clase salvo presumir de haber sido modelos o grandes jugadores de videojuegos y se mueven en un entorno sin ningún tipo de control. Sus intereses aparentes son exclusivamente mercantalistas .

Ante unas mentes tan manipulables, a lo mejor esto último puede ser lo menos malo.