La imperdonable traición de mi hija

Mi estrategia de influenciarla fracasó y al final le gusta el odioso reguetón

678

Los niños crecen y no nos damos cuenta. Cuando están en la frontera de pasar de niños a adolescentes, a veces no nos percatamos de que empiezan a formar su propio criterio. La teoría la sabemos, claro, pero lo difícil es aplicársela a uno mismo. Y a veces ocurre lo que menos te esperas, la traición.

Como aficionado a la buena música, reconozco que antes más que ahora, desde que mi hija era pequeñita intenté –a veces inconscientemente- imbuirla en los estilos musicales que me gustaban. Hablamos de rock, blues, soul, pop y todas sus variantes. Mi primer éxito fue cuando con apenas 9 años el tema ‘Smoke on the Waters’ se convirtió en su preferido. Tengo que reconocer que aunque me gusta este clásico del rock de la inefable banda británica Deep Purple, llegaron a ser un poco cansinas sus reiteradas peticiones de reproducirlo.

Acepté de buen grado este tributo gracias a que me permitía bombardearla con los grandes temas de mis músicos y bandas preferidas: Eric Clapton (sobre todo cuando lideraba los grupos Cream y Derek & The Dominos, The Allman Brothers Band, Lynyrd Skynyrd, The Doors o Van Morrison, de los setenta; o los poperos (incluso un poco punks) ingleses de los ochenta y noventa como Simple Minds, Police, Joy Division, Oasis, Blur, The Clash, U2, etc.

Como admirador de la movida madrileña, no dejaba de sonar en el equipo de casa canciones de grupos tan sugerentes como Nacha Pop, Secretos, Alaska (Dinarama sobre todo), Los Zombis (en realidad solamente Groenlandia), Gabinete Caligari, Radio Futura, Golpes Bajos (sé que son gallegos) o por qué no, incluso del inclasificable Sabina.

Triunfé con Blur, los Zombies y Rubi y los Casinos

música pop

De tantas horas de audición, pronto me di cuenta que ningún género musical de los míos le llegaba de forma especial. Le gustaban temas aislados, como por ejemplo alguno salvaje de Blur y, sobre todo, de pop español, como ‘Groenlandia’ (Los Zombis), Rubi y los Casinos, con su único éxito ‘Yo tenía un novio’ y los más cutres de Alaska, de cuando formaba parte del grupo Kaka de Luxe, como por ejemplo ‘Horror en el Hipermercado’. Desalentadoramente, de Nacha Pop o Antonio Vega, mi grupo preferido de esta época con diferencia, solo le interesaba ‘Lucha de Gigantes’, enorme tema por cierto.

Cumple 12 años… y se enamora del k-pop

Cuando lea este artículo me va a matar por desvelar sus secretos pasados. Porque el pop coreano, de gran éxito mundial y conocido como k-pop, le cautivó por completo (jajaja, ahora reniega de él). Lo cierto es que en ese tiempo se convirtió en una ‘freaky’, y todo lo que tenía que ver con la cultura japonesa relacionada con el anime, el K-pop e incluso su comida le fascinaba. Tengo que reconocer que la primera vez que probó el sushi percibí, aunque disimulé que no me daba cuenta, como tenía una pequeña arcada. Yo feliz ya que amo el sashimi, y advierto, si coméis conmigo en un ‘japano’ comprobaréis que pido una ración individual que no comparto por nada del mundo.

No me preocupó que le gustara el pop coreano, al fin y al cabo siempre había tenido una faceta popera, e incluso algunas de las bandas que escuchaba mi hija me hacían gracia, como las de chicas Blackpink o Twice o las de chicos BTS, EXO o Monster X. Menos me gustaba su pasión por el ‘anime’, esos dibujos animados japoneses que hacen furor entre los freakis, que llenara su dormitorio de posters de sus personajes preferidos y que asistiera disfrazada a las ferias y quedadas de este género.

«Tú también Bruto»

hija música

Pero la gran traición se produjo al cumplir los catorce años. Lo diré de forma pedante, «Et tu Brute» («Tú también, Bruto»), frase latina que supuestamente pronunció Julio Cesar en el momento de ser asesinado en un complot en el que participaba su hijo Marco Junio Bruto Cepión. Eso es lo que sentí cuando un día descubrí por casualidad que mi hija, con catorce años a punto de cumplir los quince, escuchaba reguetón, ese odioso estilo de música a caballo entre el hip hop y los ritmos latinos.

Llevaba meses ocultándome que no le había quedado más remedio que escuchar cantantes como Mike Towers, Raw Alejandro o Bad Bunny. Que todas sus amistades lo ponían constantemente y que al final le había acabado gustando. ¡Increíble, pero cierto! No había servido de nada mis largas horas de enseñanza musical de los ‘clásicos’, ni llevarla a un colegio religioso, ni las jam sesions improvisadas con un amigo y su hija. Definitivamente, todo perdido.

Asumí con decoro mi derrota pero prometí con determinación delante de ella que «jamás se escucharía en mi coche en los viajes familiares ese sacrilegio musical». Ella asintió solemnemente con una sonrisita enigmática que nunca me lo pediría.

Más adelante entendí por que no le preocupaba absolutamente nada. Al subirse en el coche inmediatamente se colocaba sus auriculares de principio a fin. Vaya, ese es otro problema que tengo que solucionar.