Mi hijo sufre déficit de atención

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Mi hijo sufre déficit de atención

La primera vez que oí hablar del déficit de atención fue hace varios años, cuando mi hijo mayor cursaba cuarto de primaria. Hasta entonces había permanecido ajeno a este tipo de trastorno que, según parece ser, es más habitual de lo que en principio se podría pensar.

Todo comenzó cuando el tutor de mi hijo nos sugirió que le realizáramos las pruebas del TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) al niño, dado su bajo rendimiento académico. Desde el curso anterior mostraba ciertas dificultades para superar algunas asignaturas y los profesores llevaban años advirtiéndonos de que en clase siempre estaba despistado y no mostraba atención a lo que allí sucedía. La realidad es que iba superando los cursos porque en casa le dedicábamos mucho tiempo para que adquiriera los conocimientos que no asimilaba en clase. Siempre habíamos considerado que ello era debido a su falta de madurez con respecto al resto de la clase al tratarse de uno de los más pequeños (es nacido en el mes de noviembre).

Frente a mi ignorancia sobre el tema, mi mujer se mostró preocupada porque había oído comentarios sobre el tema a través de amigas cuyos hijos habían sido diagnosticados con TDAH. La cuestión es que la orientadora del colegio le realizó las pruebas y nos comunicó que habían dado negativas, por lo que seguimos considerando que su bajo rendimiento se debía a la falta de madurez que algún día conseguiría superar. De alguna manera nos habíamos quitado un peso de encima, pero las deficiencias en los estudios continuaron durante los siguientes cursos, los cuales fue sacando adelante tras grandes esfuerzos y recurriendo a profesores particulares.

De la preocupación a la certeza

preocupación por TDAH en hijo

Una vez que el niño ya estaba estudiando en el instituto, su tutora de segundo de la ESO nos sugirió la conveniencia de realizarle de nuevo las pruebas del déficit de atención, a pesar de que le informamos de que ya se las habían hecho anteriormente. Dado que las dificultades de mi hijo con los estudios perduraban, y no teníamos nada que perder, iniciamos un largo proceso para alcanzar el diagnóstico más fiable posible.

Primero acudimos a su pediatra, quien nos comunicó que presentaba claros signos de sufrir el trastorno, aunque nos dijo que el diagnóstico debía realizarlo un profesional cualificado. Para nuestra tranquilidad nos comentó, con muy buen tino por cierto, que en el caso de que se confirmara no debíamos agobiarnos ya que, adoptando las medidas adecuadas podría superar cualquier reto que se propusiera. Al fin y al cabo su marido, sin ir más lejos, presentaba los mismos síntomas que nuestro hijo y es ingeniero de telecomunicaciones.

Por ello nos derivó a la psiquiatra, quien nos confirmó que tenía todas las papeletas pero que necesitaba tener un informe psicopedagógico completo. Además, debíamos cumplimentar diversos cuestionarios, tanto nosotros, como el niño y sus profesores. Tras varios meses de gestiones y una vez que tuvimos toda la documentación completa, la psiquiatra nos confirmó el diagnóstico. Sufre TDAH del tipo en el que predominan los síntomas de falta de atención pero no los de hiperactividad o impulsividad.

Ante este diagnóstico, la psiquiatra nos informó que se podía afrontar de diversas maneras entre las que se incluía el suministro de cierta medicación que le ayudaría a mejorar su concentración. Nos advirtió de que se podrían producir efectos secundarios como la falta de apetito o problemas para conciliar el sueño, entre otros. Por nuestra parte hemos escuchado opiniones contradictorias sobre la conveniencia de medicar al niño o no hacerlo, así que la elección no nos ha resultado sencilla.

La solución pasa por un diagnóstico eficaz

diagnóstico médico TDAH

Nosotros hemos decidido probar con la medicación y permanecer muy atentos a la posible aparición de los temidos efectos secundarios. De momento todo va bien y parece que mi hijo está más centrado en sus tareas, aunque este es un proceso largo que además tiene que ir acompañado de otras medidas que se deben acordar con el centro donde estudia, tales como la adaptación de la forma afrontar los exámenes, por ejemplo.

No sabemos cómo terminará todo este proceso. Es posible que tengamos que cambiarle la medicación a nuestro hijo e incluso suprimirla, pero lo que hemos tenido claro desde el principio es que no nos íbamos a quedar con los brazos cruzados a verlas venir.

Otra cosa que nos ha quedado bastante clara es que el diagnóstico del TDAH es algo que no se debe hacer a la ligera, tanto para establecerlo como para desecharlo. No resulta sencillo y se debe realizar por profesionales cualificados y tras finalizar un minucioso proceso. Es ahora, con el paso del tiempo, cuando hemos sido conscientes de que la orientadora del centro, cuando mi hijo cursaba primaria, no llevó a cabo todos los procesos necesarios para establecer el diagnóstico adecuado.