Una excursión a un pueblo celta en tierras de Ávila

Las visitas a Castro de Ulaca y la necrópolis visigoda son gratuitas

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Castro de Ulaca Ávila

Preparad las mochilas, algunas viandas y agua, equipaos bien (sobre todo con calzado cómodo y resistente) y todo ello prontito, a primera hora de la mañana -tiene su explicación que más adelante descubriréis- y ¡en marcha! Iniciamos una escapada de un día al pasado, al de los pueblos celtas o prerromanos. Pero llegaréis a ellos en poco más de hora y media en coche, si partís desde Madrid (y todavía en menos desde la capital abulense; está a solo 25 kilómetros de ella), porque el viaje es solo ‘largo’ en la historia, ya que los celtas habitaron la península a finales del siglo V a.C. ¿El destino? Villaviciosa, en el municipio de Solosancho y en la provincia de Ávila. ¿El objetivo? Disfrutar de una jornada especial que se inicia en el Castro Vetón de Ulaca, un yacimiento arqueológico de lo que fue un poblado celta amurallado y que se encuentra en buen estado (está reconocido como Conjunto Histórico Artístico y como Bien de Interés Cultural).

Se trata del castro vetón más grande de nuestro país y uno de los mayores de Europa. La visita es libre, pero hay que llegar tempranito al pueblo porque el yacimiento se encuentra a cierta altura, en un promontorio; es accesible para todos, pero la caminata se hace mejor evitando las temperaturas calurosas de esta época (de ahí, el madrugón recomendado). Tempranito disfrutaréis más de los olores a tomillo, orégano, salvia…

Un yacimiento que recrea el pasado del Castro de Ulaca

visita Castro de Ulaca

Una vez lleguéis al castro tendréis una bella vista del Valle de Amblés, pero lo que os sorprenderá, sin duda, son las huellas, poco comunes tras siglos, del lugar. Primero os llamarán la atención los grandes bolos de granito, rocas que han sido moldeadas por el viento y el agua. El antiguo poblado lo acordona una muralla de 3 kilómetros y dentro de él se puede constatar -en estructuras abiertas- que, al menos, había 250 viviendas de gruesos muros -algunas también fuera de la muralla- Dos de ellas se restauraron en la década de los 70 del pasado siglo. A los restos de las casas de granito los precede el conocido como Altar de los Sacrificios, conformado por dos escaleras de 9 gradas cada una, construidas sobre bloques enormes de la misma piedra.

Otra zona destacable del yacimiento es la Fragua-horno, a la que en los últimos tiempos se le da el nombre de Sauna, porque –dependiendo de las fuentes documentales- tuvo uso de terma. Es más probable que se tratase de una fragua. En la misma ubicación también hay restos de canteras de granito.

Allí también encontraréis filas de piedras redondeadas –posiblemente, restos de muralla que no se llegaron a anexionar a ella- a las que llegaréis desde Villaviciosa, donde se encuentra el panel informativo del camino. Os podéis descargar la guía en castrosyverracosdeavila.com.

Una gratificante parada en el camino

A solo 3 kilómetros del Castro de Ulaca está el pueblo de Sotalbo, un pequeño municipio que llegó a contar con un castillo, que posteriormente se vendió al alcalde de Mironcillo a cambio de unas tierras de pasto. Desde Sotalbo hay una ruta que asciende hasta el Pico Zapatero, el más alto de la Sierra Paramera y desde el que también se ve en todo su esplendor el Valle de Amblés.

Pero como tendréis que hacer una parada para reponer fuerzas y comer, nada mejor que aprovechar el día campestre con un picníc. En este caso, los alrededores cuentan con alguna zona con mesas y bancos. En la panadería del pueblo, en la que además podréis comprar un buen pan, os informarán de esos lugares de descanso. Uno de ellos es el manantial Fuente de Aguas Frías,a los pies de la Sierra y en el que además, y para ‘rebajar’ la comida, podréis realizar un bonito paseo.

Y, muy cerca, una necrópolis visigoda

visita Ávila

Una vez hayáis realizado la comida y el descanso, os recomendamos poner rumbo al cercano Oco, una pedanía del municipio de La Torre. Cuando lleguéis, veréis sus calles pavimentadas, algunas casas de arquitectura rural, rehabilitadas y cuidadas –aunque sus propietarios solo pasen unos pocos días allí, especialmente en verano-, y en la Plaza Mayor os toparéis con los lavaderos y el potro de herrar. Pero Oco cuenta con una peculiaridad; solo tiene un habitante censado. Después de dar una vuelta por el lugar, el destino es su necrópolis visigoda (siglos V al VIII) que cuenta con unas veinte tumbas de diferentes formas (ovaladas, trapezoidales, rectangulares…) y algo dispersas, ya que diez de ellas se encuentran en un recinto, pero el resto están diseminadas.

Los sepulcros están excavados en suelo de granito y se intuye que estaban cubiertas por una plancha delgada de esta misma roca granular y que, en su día, funcionaron como panteones; es decir, las tumbas acogían a más de un cuerpo. Las vistas desde esta necrópolis son también espectaculares. La visita es libre.

De regreso a casa os daréis cuenta de que, además de haber disfrutado de una jornada campestre y de senderismo de gran belleza, habéis vivido –algo importante para los más jóvenes de la familia- una lección de historia ‘en vivo’ en Castro de Ulaca.